¿Cómo funcionan estos medicamentos?
En un principio, los expertos creían que la depresión se debía a niveles bajos de los neurotransmisores en el cerebro, en parte porque el primer fármaco antidepresivo —descubierto por accidente en los años cincuenta— aumentaba la cantidad de esas sustancias químicas en circulación. Investigaciones posteriores parecían indicar que la serotonina desempeñaba un papel muy importante en el estado de ánimo. Esta teoría llamada “desequilibrio químico” se estableció en la psique cultural y la promocionaban los anuncios de los medicamentos.
Sin embargo, a partir de los años noventa, los investigadores comenzaron a comprender que la depresión era mucho más complicada y que la serotonina tan solo desempeñaba un papel nominal. En primer lugar, los ISRS elevan el nivel de serotonina de inmediato, pero las personas tardan varias semanas en empezar a sentirse mejor. También comenzaron a aparecer estudios que demostraban la influencia de otro sistema del cerebro: las personas que sufren depresión siempre tienen un volumen menor en cierta área llamada hipocampo que es importante para regular el estado de ánimo.
La teoría que prevalece en la actualidad, indicó Hellerstein, consiste en que el estrés crónico puede causar la pérdida de conexiones —llamadas sinapsis— entre células del hipocampo y otras partes del cerebro, lo que podría provocar la depresión. Ahora, se cree que los antidepresivos funcionan, al menos en parte, porque ayudan al cerebro a formar nuevas conexiones entre las neuronas. Los investigadores no saben con exactitud por qué elevar la cantidad de serotonina con un ISRS hace que vuelvan a crecer estas sinapsis. Una posibilidad es que los medicamentos también eleven el nivel de otras sustancias químicas en el cerebro, llamadas factores de crecimiento, que ayudan a que se formen y se propaguen esas conexiones.
Un artículo publicado este mismo año llegó a los titulares porque presentó pruebas recopiladas durante décadas que mostraban que las personas con depresión no tienen menos serotonina que las personas que no sufren depresión. A la mayoría de los psiquiatras les pareció que ese artículo no reveló nada nuevo, y tampoco quiere decir que los antidepresivos no sean efectivos (una interpretación errónea del artículo que es muy generalizada). Más bien, reveló una desconexión fundamental entre la opinión pública de la depresión y la perspectiva de los expertos.
“En mi opinión, es una teoría antigua de la depresión”, comentó Daniel Iosifescu, profesor de Psiquiatría en el centro médico NYU Langone Health. “Ya se determinó que no tiene validez hace 20 años, así que, en esencia, solo es un clavo más en el ataúd, por así decirlo”.
¿Qué alternativas a los antidepresivos tenemos disponibles?
Han aparecido otros tratamientos para la depresión cuyo objetivo es ayudar al cerebro a crear nuevas conexiones con más eficiencia. De estos, los más destacados son la ketamina y la terapia psicodélica (que no cuenta con aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos). Al parecer, la efectividad de estas intervenciones es similar a la de los antidepresivos, pues produjeron mejoras en la escala de depresión en aproximadamente el 60 por ciento de las personas que las probaron. Un aspecto más significativo es que pueden tratar a algunas personas que no responden a los fármacos tradicionales. Por desgracia, estos fármacos se consideran más riesgosos e invasivos que los antidepresivos, por lo que deben utilizarse como último recurso, no como primera opción de tratamiento, aclaró Sanacora.
Algunos psiquiatras también han comenzado a recomendar tratamientos que no incluyen preparados farmacológicos para ayudar a las personas que sufren depresión. Hellerstein explicó que, cuando evalúa a un paciente nuevo, ahora se fija más en sus hábitos de sueño, dieta y ejercicio, por ejemplo, y en general recomienda cambios de conducta, terapia o meditación antes de recetar un medicamento. Algunas investigaciones también sugieren que el ejercicio podría contribuir al crecimiento de nuevas conexiones en el cerebro, y en algunos estudios se ha demostrado que el ejercicio es tan efectivo como los antidepresivos para tratar la depresión. Se ha descubierto que la meditación ayuda con los sentimientos de estrés y ansiedad, y existe una conexión clara entre la falta de sueño y la ansiedad en el cerebro.